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«Dulce y amargo» por José Antonio Manso González

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Faltan pocos días, para que lleguemos al comienzo de la semana Semana Santa. Días importantes para muchos. Antes de ese comienzo, me gustaría señalar las cosas que en este mundo de los pasos y velas me producen sensaciones contrapuestas sabores dulces y amargos. 
Empezaremos por los dulces.
Es dulce la ilusión de todos aquellos que salen por nuestras calles con sus hábitos, sus hachones o portando enseres y pasos.
La sonrisa de un niño que se estrena por primera vez en su hermandad o cofradía.
Saber que gente humilde que trabaja colaborando con las cofradías verán aliviados sus problemas económicos.
Una marcha musical que sobrecoge el alma al escucharla.
La dorada piedra de Salamanca que le da a los desfiles un carácter diferente.
La colaboración con un hermano en dificultades durante la procesión.
La sonrisa y la buena voluntad para que todo salga bien además de trabajo esforzado y anónimo.
El olor a incienso que nos lleva a tiempos pasados.
Recuerdos de gente querida que ya no está con nosotros, pero nos enseñaron a querer la Semana Santa.
La soledad de la cofradía en su vuelta a su templo.
Cuando las cofradías colaboran y ayudan y no se pelean como si esto fuera una competición 
Las obras de caridad de cada hermandad que luchan por un mundo más justo. 
La emoción al contemplar una imagen en tu lugar favorito.
Como momentos amargos que también los hay, los personalísimos para destacar en este mundo.
La gente que cuando ha perdido el cargo se olvida de uno y te niega el saludo.
Las rivalidades absurdas entre hermandades.
Las copias baratas de otras Semanas Santas.
El olvidar que esto es declaración de una creencia religiosa y no un desfile de carnaval.
Podría destacar más pero prefiero quedarme con los sabores dulces. 
Que todos tengamos una provechosa Semana Santa.

José Antonio Manso González 

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